(película)
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Ficha técnica
Dirección
Costa-Gavras
Producción
Jacques PerrinAhmed Rachedi
Guión
Jorge SemprúnVassilis Vassilikos (novela original)
Reparto
Jean-Louis TrintignantYves MontandIrene PapasJacques Perrin
Datos y cifras
País(es)
FranciaArgelia
Año
1969
Género
ThrillerCine político
Duración
127 minutos
Ficha en IMDb
Z es un thriller político dirigido en 1969 por Costa-Gavras, a partir de un guión basado en la novela del mismo nombre del escritor Vassilis Vassilikos.
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Ficha técnica
Dirección
Costa-Gavras
Producción
Jacques PerrinAhmed Rachedi
Guión
Jorge SemprúnVassilis Vassilikos (novela original)
Reparto
Jean-Louis TrintignantYves MontandIrene PapasJacques Perrin
Datos y cifras
País(es)
FranciaArgelia
Año
1969
Género
ThrillerCine político
Duración
127 minutos
Ficha en IMDb
Z es un thriller político dirigido en 1969 por Costa-Gavras, a partir de un guión basado en la novela del mismo nombre del escritor Vassilis Vassilikos.
La película presenta de una forma ficticia los hechos que rodearon el asesinato del político demócrata griego Gregoris Lambrakis en 1963. Con su visión satírica de la política griega, su oscuro sentido del humor y su escalofriante final, la película es un grito contra la dictadura militar que dirigía Grecia en aquellos años.
La película está protagonizada por Jean-Louis Trintignant en el papel del magistrado encargado de la investigación (Christos Sartzetakis). Aunque tienen la consideración de protagonistas por su reconocimiento internacional, Yves Montand e Irene Papas tienen unos pequeños papeles en la película si se les compara con los verdaderos protagonistas. Jacques Perrin, quien también coprodujo la película, tiene un papel clave.
La banda sonora de la película fue realizada por el cantante y compositor griego Mikis Theodorakis.
Argumento
La película está protagonizada por Jean-Louis Trintignant en el papel del magistrado encargado de la investigación (Christos Sartzetakis). Aunque tienen la consideración de protagonistas por su reconocimiento internacional, Yves Montand e Irene Papas tienen unos pequeños papeles en la película si se les compara con los verdaderos protagonistas. Jacques Perrin, quien también coprodujo la película, tiene un papel clave.
La banda sonora de la película fue realizada por el cantante y compositor griego Mikis Theodorakis.
Argumento
La localización de la película nunca se explica, pero hay algunas pistas que indican que la acción se sitúa en Grecia en los primeros años de la década de los 60. La grabación se realizó principalmente en Argel.
En los créditos de apertura, existe una cláusula de descargo de responsabilidad que dice así (traducida del francés): "Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es INTENCIONADO."
La historia comienza con la explicación que realiza el jefe de la policía de seguridad de un gobierno militar de derechas del programa del gobierno para combatir a la izquierda.
La escena se traslada a los preparativos para la llegada del Diputado (Montand) a un discurso en un mitín de la facción opuesta al gobierno. Después del discurso, el Diputado es atropellado por un camión y fallece. El magistrado encargado de la investigación (Trintignant), con la ayuda de un periodista (Perrin) descubre suficientes evidencias no sólo para implicar a los dos militares que cometieron el asesinato, si no también a cuatro militares de alto rango de la policía militar. En ese punto de la trama, un colaborador del Diputado asesinado comunica a la viuda (Papas) las sorprendentes noticias.
A pesar de todo lo que se descubre, o quizás por ello, el investigador es misteriosamente apartado del caso, los testigos mueren en circunstancias extrañas, los culpables, aunque son acusados de asesinato, son sentenciados a penas relativamente pequeñas, los oficiales sólo reciben castigos administrativos, los colaboradores del Diputado mueren o son deportados, y el periodista es enviado a prisión por revelar documentos oficiales.
En los créditos de cierre, en lugar de mostrar el reparto y el equipo de rodaje, se muestran las cosas prohibidas por la Junta Militar.
En los créditos de apertura, existe una cláusula de descargo de responsabilidad que dice así (traducida del francés): "Cualquier parecido con hechos reales, y personas vivas o muertas, no es accidental. Es INTENCIONADO."
La historia comienza con la explicación que realiza el jefe de la policía de seguridad de un gobierno militar de derechas del programa del gobierno para combatir a la izquierda.
La escena se traslada a los preparativos para la llegada del Diputado (Montand) a un discurso en un mitín de la facción opuesta al gobierno. Después del discurso, el Diputado es atropellado por un camión y fallece. El magistrado encargado de la investigación (Trintignant), con la ayuda de un periodista (Perrin) descubre suficientes evidencias no sólo para implicar a los dos militares que cometieron el asesinato, si no también a cuatro militares de alto rango de la policía militar. En ese punto de la trama, un colaborador del Diputado asesinado comunica a la viuda (Papas) las sorprendentes noticias.
A pesar de todo lo que se descubre, o quizás por ello, el investigador es misteriosamente apartado del caso, los testigos mueren en circunstancias extrañas, los culpables, aunque son acusados de asesinato, son sentenciados a penas relativamente pequeñas, los oficiales sólo reciben castigos administrativos, los colaboradores del Diputado mueren o son deportados, y el periodista es enviado a prisión por revelar documentos oficiales.
En los créditos de cierre, en lugar de mostrar el reparto y el equipo de rodaje, se muestran las cosas prohibidas por la Junta Militar.
Entre ellas están: los movimientos pacifistas, el derecho a huelga, los sindicatos, el pelo largo en los hombres, los Beatles, cualquier otro tipo de música moderna y popular, Sófocles, León Tolstoy, Esquilo, escribir que Sócrates era homosexual, Eugène Ionesco, Jean-Paul Sartre, Antón Chéjov, Mark Twain, Samuel Beckett, la sociología, las enciclopedias o la libertad de prensa. También prohibía la letra Z, que aparece garabateada en la última imagen de la película, como un recordatorio simbólico de que "el espíritu de la resistencia vive" (en griego clásico, ζει o zei quiere decir "vive").
Premios [editar]
Z fue candidata a varios premios, incluyendo el Premio Oscar a la mejor película y el Globo de Oro a la Mejor película en lengua no inglesa, y ganó los premios a la mejor película en los Premios del New York Film Critics Circle y en los de la National Society of Film Critics. La película también se presentó a concurso en el Festival de Cannes, donde ganó el Gran Premio del Jurado. También ganó el Oscar en las categorías de Mejor montaje y Mejor película extranjera.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Z_(pel%C3%ADcula)"
Categorías: Películas de 1969 Películas de Costa-Gavras Películas de Francia Películas ganadoras del premio Oscar a la mejor película en lengua no inglesa Películas candidatas al premio Oscar a la mejor película
Premios [editar]
Z fue candidata a varios premios, incluyendo el Premio Oscar a la mejor película y el Globo de Oro a la Mejor película en lengua no inglesa, y ganó los premios a la mejor película en los Premios del New York Film Critics Circle y en los de la National Society of Film Critics. La película también se presentó a concurso en el Festival de Cannes, donde ganó el Gran Premio del Jurado. También ganó el Oscar en las categorías de Mejor montaje y Mejor película extranjera.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Z_(pel%C3%ADcula)"
Categorías: Películas de 1969 Películas de Costa-Gavras Películas de Francia Películas ganadoras del premio Oscar a la mejor película en lengua no inglesa Películas candidatas al premio Oscar a la mejor película
Constantine Costa Gavras.
Ver sus Películas con bandas sonoras :
CRITICA:
Carlos Giménez Soria
Z: obra pionera del cine político
Z es un film hermoso y, al mismo tiempo, útil.François Truffaut
Junto con Gillo Pontecorvo y Francesco Rosi, el cineasta greco-francés Constantin Costa-Gavras ha sido el máximo representante del cine político, corriente surgida a mediados de los años 60 y definida por su carácter marcadamente reivindicativo e izquierdista. Actualmente este autor es conocido por una serie de obras que ponen de manifiesto su ideología política por medio de la aproximación a los diferentes conflictos que han atenazado al mundo durante el siglo XX. Conflictos tales como el colaboracionismo del gobierno norteamericano en el golpe de estado de Chile (Desaparecido), la Checoslovaquia estalinista (La confesión), la Francia del régimen de Vichy (Sección especial) o la problemática palestino-israelí (Hanna K.). No obstante, la película que dio fama internacional a este autor fue Z (1969), que abordaba el asesinato del líder pacifista Grigoris Lambrakis como causa inmediata de la dictadura de los coroneles griegos.
La novela de Vassili Vassilikos que recoge este hecho fue a parar a manos de Costa-Gavras gracias a la recomendación de su hermano. Tras el golpe de estado en Grecia, el cineasta sintió la necesidad de trasladar la historia a la gran pantalla y, para ello, contó con la inestimable ayuda del escritor Jorge Semprún. La colaboración de ambos dio como resultado un guión que recogía con detalle las desafortunadas circunstancias que condujeron a la muerte del diputado Lambrakis, sin aludir específicamente al país natal de Costa-Gavras. De todos modos, si bien esta indeterminación geográfica fue una decisión voluntaria, no fue menos deliberada la idea de corroborar la implicación política de los autores mediante el siguiente rótulo que aparece durante los títulos de crédito:
Cualquier parecido con acontecimientos reales, personas vivas o muertas, no es fruto del azar. Es voluntario.Costa-Gavras y Jorge Semprún.
Tras semejante declaración de intenciones era de esperar que los hechos acaecidos fueran escrupulosamente retratados. Lambrakis fue víctima de un atentado político que tuvo lugar en Salónica el 22 de mayo de 1963, el mismo día que presidió una reunión contra la instalación de una base de misiles en territorio griego. Fue arrollado por un motocarro a la salida del teatro y falleció después de sucesivas operaciones craneoencefálicas efectuadas por los médicos a lo largo de dos días durante los cuales se debatió entre la vida y la muerte. La posterior autopsia determinó que no se trataba de un accidente ya que las fracturas presentadas sólo podían haber sido hechas con un objeto contundente. Este dictamen médico desestimaba la hipótesis de que los traumatismos se hubiesen debido a la caída del cuerpo.
La investigación del caso fue llevada a cabo por el juez Khristos Sartzetakis, hijo de un oficial de la gendarmería y persona políticamente imparcial, que descubrió la connivencia entre los grupos ultraderechistas, el ejército y la policía. De esta connivencia, se derivó el complot político que puso fin a la vida de Lambrakis y que fue llevado a los tribunales, dictándose ridículas sanciones contra los artífices del crimen y veredictos de absolución para los oficiales que habían organizado el atentado. Ante la indignación general, el presidente del gobierno Konstandinos Karamanlis dimitió de su cargo. Poco después, la Unión de Centro se alzó con la victoria en los comicios celebrados en 1964, pero el golpe de estado de los coroneles acabó con la libertad de voto e impuso una férrea dictadura militar. El tiempo dio la razón a aquellos que se movilizaron a raíz de este escándalo, quienes pudieron ver cómo en 1985, Khristos Sartzetakis, cesado como juez durante todo este periodo, fue nombrado presidente de la República Griega.
Costa-Gavras muestra en Z todo lo concerniente al affaire Lambrakis y, en un epílogo final, explica el advenimiento del régimen fascista como reacción a la actitud de protesta liberadora del pueblo. El verdadero talento de este cineasta se halla en la estructura dramática empleada para narrar los hechos. Si bien conocemos las amenazas que se han difundido contra la persona del diputado (Yves Montand) desde el mismísimo arranque del film, la revelación de todo el entramado político y de la confabulación entre las autoridades policiales y los sicarios del atentado se va produciendo paulatinamente por medio de una inteligente estructura de flash backs. La primera hora de película nos muestra los hechos y la segunda realiza constantes saltos temporales de presente a pasado para darnos a conocer las causas ocultas y la existencia de un complot previo que desmiente la idea del accidente que sostiene la policía.
El pluriperspectivismo que revela las distintas declaraciones de los testigos nos transmite una rápida sensación de inestabilidad política que se transforma en una visión amenazadora del entorno. La sensación de caos e inseguridad dentro de la Grecia del momento está reflejada en Z de un modo escalofriante que impacta inicialmente en el espectador para producirle, al término de la película, un sentimiento de solidaridad hacia las naciones oprimidas por regímenes dictatoriales.
No obstante, este retrato requiere de una simplificación y un maniqueísmo en los personajes que no siempre resulta grato para el público. La benevolencia con la que Costa-Gavras admite cualquier actitud de la izquierda y sus colaboradores contrasta con la imagen caricaturesca y despectiva, excesivamente obvia, que nos aporta sobre los oficiales del ejército y la policía. Por otra parte, el realizador greco-francés se empeña en mostrarnos, con sutiles pero llamativos flash backs, la vida íntima del diputado con su esposa (Irene Papas) y su labor de médico para dárnoslo a conocer en su faceta más humana. Al afrontar la reivindicación contra un capítulo infame de la historia moderna de Grecia, el empleo de este vehículo disimuladamente tendencioso se pone de relieve como un efectivo artilugio de sensibilización para el espectador. La finalidad del relato estimula al público a aceptar el medio utilizado aunque éste pueda ser tildado, en ocasiones, de manipulador.
A pesar de ello, la contundencia del estilo cinematográfico de Costa-Gavras queda demostrada con creces a través del uso envidiable de las convenciones del thriller. Esto contribuye decisivamente a la hora de proporcionar al film una consistencia narrativa que se alza como virtud principal para construir un discurso político. A tal efecto, merece un especial elogio la labor de montaje realizada por Françoise Bonnot, quien se convertiría en colaboradora habitual del autor de Z.
Otro elemento de peso, sobre todo a la hora de situar alusivamente el escenario geográfico de esta historia, es la banda sonora compuesta por el músico griego Mikis Theodorakis, popularmente conocido por la partitura de Zorba el griego (1964). Los acordes de este estilo de música tan tradicional y autóctono nos remiten de inmediato a la idea más universal de Grecia, aunque obviamente la película no pudo ser rodada allí debido a la coyuntura política del país.
Z se rodó en Argelia, país que aportó parte del presupuesto con el que se subsanaron los problemas financieros. En ese sentido, la ayuda del actor Jacques Perrin, que en el film interpreta a un fotógrafo, fue la más decisiva para que el proyecto pudiera salir adelante, ya que fue quien asumió la producción desde un primer momento.
El éxito de la película fue inesperado y se debió en gran parte a la efervescencia del Mayo francés y del movimiento hippie, que apoyaron el mensaje reivindicativo y liberador que postulaba Costa-Gavras para su país. En España, fue prohibida por la censura franquista y no pudo estrenarse hasta 1977. Otros países como México, Portugal, Marruecos, Brasil y la India tampoco tuvieron acceso a esta obra por razones políticas. Y, por supuesto, en Grecia fue tajantemente prohibida.
La repercusión de Z fue tan grande que, a pesar de la precariedad de medios con que fue rodada, se alzó con cinco nominaciones a los Oscar de Hollywood de 1969, convirtiéndose en el primer film nominado simultáneamente en las categorías de Mejor Película y Mejor Película Extranjera (premio que ganó junto con el de Mejor Montaje). En el Festival de Cannes, consiguió el reconocimiento público al otorgársele el Premio del Jurado y el Premio al Mejor Actor para Jean-Louis Trintignant, que realizó una de las interpretaciones más soberbias de su carrera encarnando el personaje del juez.
Históricamente, el film ha jugado un papel decisivo en la evolución de un género tan importante en la década de los 70 como fue el cine político. Es por eso que aún hoy en día, cuando este género ha perdido gran parte de su popularidad tanto entre la crítica como entre el público exigente, Z sigue ocupando un lugar de honor entre las obras nacidas a la luz de esta corriente, ya sea tanto por su calidad artística como por su carácter pionero.
Trailer De Z:
Z: obra pionera del cine político
Z es un film hermoso y, al mismo tiempo, útil.François Truffaut
Junto con Gillo Pontecorvo y Francesco Rosi, el cineasta greco-francés Constantin Costa-Gavras ha sido el máximo representante del cine político, corriente surgida a mediados de los años 60 y definida por su carácter marcadamente reivindicativo e izquierdista. Actualmente este autor es conocido por una serie de obras que ponen de manifiesto su ideología política por medio de la aproximación a los diferentes conflictos que han atenazado al mundo durante el siglo XX. Conflictos tales como el colaboracionismo del gobierno norteamericano en el golpe de estado de Chile (Desaparecido), la Checoslovaquia estalinista (La confesión), la Francia del régimen de Vichy (Sección especial) o la problemática palestino-israelí (Hanna K.). No obstante, la película que dio fama internacional a este autor fue Z (1969), que abordaba el asesinato del líder pacifista Grigoris Lambrakis como causa inmediata de la dictadura de los coroneles griegos.
La novela de Vassili Vassilikos que recoge este hecho fue a parar a manos de Costa-Gavras gracias a la recomendación de su hermano. Tras el golpe de estado en Grecia, el cineasta sintió la necesidad de trasladar la historia a la gran pantalla y, para ello, contó con la inestimable ayuda del escritor Jorge Semprún. La colaboración de ambos dio como resultado un guión que recogía con detalle las desafortunadas circunstancias que condujeron a la muerte del diputado Lambrakis, sin aludir específicamente al país natal de Costa-Gavras. De todos modos, si bien esta indeterminación geográfica fue una decisión voluntaria, no fue menos deliberada la idea de corroborar la implicación política de los autores mediante el siguiente rótulo que aparece durante los títulos de crédito:
Cualquier parecido con acontecimientos reales, personas vivas o muertas, no es fruto del azar. Es voluntario.Costa-Gavras y Jorge Semprún.
Tras semejante declaración de intenciones era de esperar que los hechos acaecidos fueran escrupulosamente retratados. Lambrakis fue víctima de un atentado político que tuvo lugar en Salónica el 22 de mayo de 1963, el mismo día que presidió una reunión contra la instalación de una base de misiles en territorio griego. Fue arrollado por un motocarro a la salida del teatro y falleció después de sucesivas operaciones craneoencefálicas efectuadas por los médicos a lo largo de dos días durante los cuales se debatió entre la vida y la muerte. La posterior autopsia determinó que no se trataba de un accidente ya que las fracturas presentadas sólo podían haber sido hechas con un objeto contundente. Este dictamen médico desestimaba la hipótesis de que los traumatismos se hubiesen debido a la caída del cuerpo.
La investigación del caso fue llevada a cabo por el juez Khristos Sartzetakis, hijo de un oficial de la gendarmería y persona políticamente imparcial, que descubrió la connivencia entre los grupos ultraderechistas, el ejército y la policía. De esta connivencia, se derivó el complot político que puso fin a la vida de Lambrakis y que fue llevado a los tribunales, dictándose ridículas sanciones contra los artífices del crimen y veredictos de absolución para los oficiales que habían organizado el atentado. Ante la indignación general, el presidente del gobierno Konstandinos Karamanlis dimitió de su cargo. Poco después, la Unión de Centro se alzó con la victoria en los comicios celebrados en 1964, pero el golpe de estado de los coroneles acabó con la libertad de voto e impuso una férrea dictadura militar. El tiempo dio la razón a aquellos que se movilizaron a raíz de este escándalo, quienes pudieron ver cómo en 1985, Khristos Sartzetakis, cesado como juez durante todo este periodo, fue nombrado presidente de la República Griega.
Costa-Gavras muestra en Z todo lo concerniente al affaire Lambrakis y, en un epílogo final, explica el advenimiento del régimen fascista como reacción a la actitud de protesta liberadora del pueblo. El verdadero talento de este cineasta se halla en la estructura dramática empleada para narrar los hechos. Si bien conocemos las amenazas que se han difundido contra la persona del diputado (Yves Montand) desde el mismísimo arranque del film, la revelación de todo el entramado político y de la confabulación entre las autoridades policiales y los sicarios del atentado se va produciendo paulatinamente por medio de una inteligente estructura de flash backs. La primera hora de película nos muestra los hechos y la segunda realiza constantes saltos temporales de presente a pasado para darnos a conocer las causas ocultas y la existencia de un complot previo que desmiente la idea del accidente que sostiene la policía.
El pluriperspectivismo que revela las distintas declaraciones de los testigos nos transmite una rápida sensación de inestabilidad política que se transforma en una visión amenazadora del entorno. La sensación de caos e inseguridad dentro de la Grecia del momento está reflejada en Z de un modo escalofriante que impacta inicialmente en el espectador para producirle, al término de la película, un sentimiento de solidaridad hacia las naciones oprimidas por regímenes dictatoriales.
No obstante, este retrato requiere de una simplificación y un maniqueísmo en los personajes que no siempre resulta grato para el público. La benevolencia con la que Costa-Gavras admite cualquier actitud de la izquierda y sus colaboradores contrasta con la imagen caricaturesca y despectiva, excesivamente obvia, que nos aporta sobre los oficiales del ejército y la policía. Por otra parte, el realizador greco-francés se empeña en mostrarnos, con sutiles pero llamativos flash backs, la vida íntima del diputado con su esposa (Irene Papas) y su labor de médico para dárnoslo a conocer en su faceta más humana. Al afrontar la reivindicación contra un capítulo infame de la historia moderna de Grecia, el empleo de este vehículo disimuladamente tendencioso se pone de relieve como un efectivo artilugio de sensibilización para el espectador. La finalidad del relato estimula al público a aceptar el medio utilizado aunque éste pueda ser tildado, en ocasiones, de manipulador.
A pesar de ello, la contundencia del estilo cinematográfico de Costa-Gavras queda demostrada con creces a través del uso envidiable de las convenciones del thriller. Esto contribuye decisivamente a la hora de proporcionar al film una consistencia narrativa que se alza como virtud principal para construir un discurso político. A tal efecto, merece un especial elogio la labor de montaje realizada por Françoise Bonnot, quien se convertiría en colaboradora habitual del autor de Z.
Otro elemento de peso, sobre todo a la hora de situar alusivamente el escenario geográfico de esta historia, es la banda sonora compuesta por el músico griego Mikis Theodorakis, popularmente conocido por la partitura de Zorba el griego (1964). Los acordes de este estilo de música tan tradicional y autóctono nos remiten de inmediato a la idea más universal de Grecia, aunque obviamente la película no pudo ser rodada allí debido a la coyuntura política del país.
Z se rodó en Argelia, país que aportó parte del presupuesto con el que se subsanaron los problemas financieros. En ese sentido, la ayuda del actor Jacques Perrin, que en el film interpreta a un fotógrafo, fue la más decisiva para que el proyecto pudiera salir adelante, ya que fue quien asumió la producción desde un primer momento.
El éxito de la película fue inesperado y se debió en gran parte a la efervescencia del Mayo francés y del movimiento hippie, que apoyaron el mensaje reivindicativo y liberador que postulaba Costa-Gavras para su país. En España, fue prohibida por la censura franquista y no pudo estrenarse hasta 1977. Otros países como México, Portugal, Marruecos, Brasil y la India tampoco tuvieron acceso a esta obra por razones políticas. Y, por supuesto, en Grecia fue tajantemente prohibida.
La repercusión de Z fue tan grande que, a pesar de la precariedad de medios con que fue rodada, se alzó con cinco nominaciones a los Oscar de Hollywood de 1969, convirtiéndose en el primer film nominado simultáneamente en las categorías de Mejor Película y Mejor Película Extranjera (premio que ganó junto con el de Mejor Montaje). En el Festival de Cannes, consiguió el reconocimiento público al otorgársele el Premio del Jurado y el Premio al Mejor Actor para Jean-Louis Trintignant, que realizó una de las interpretaciones más soberbias de su carrera encarnando el personaje del juez.
Históricamente, el film ha jugado un papel decisivo en la evolución de un género tan importante en la década de los 70 como fue el cine político. Es por eso que aún hoy en día, cuando este género ha perdido gran parte de su popularidad tanto entre la crítica como entre el público exigente, Z sigue ocupando un lugar de honor entre las obras nacidas a la luz de esta corriente, ya sea tanto por su calidad artística como por su carácter pionero.
Trailer De Z:
con musica de Mikis Teodorakis
Ficha del director
Costa Gavras
(Constantin Gavras; Loutra Iraias, 1933) Director de cine francés de origen griego. Se inició como bailarín antes de viajar a Francia para estudiar la carrera universitaria de Filología en la Sorbona, pero poco después ingresó en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos. Tras cerca de diez años como ayudante de directores del prestigio de Yves Allègret, René Clair o Jacques Demy, y una vez nacionalizado ciudadano francés en 1956, a mediados de los sesenta debutó como director con Los raíles del crimen (1965), gracias a la ayuda prestada por algunos amigos actores que accedieron a intervenir en la película sin cobrar sueldo. Basada en una novela de Sebastien Japrisot, este largometraje se articularía como un thriller opresivo que mostraba los aspectos más siniestros del entorno cotidiano, un rasgo que será habitual en la filmografía posterior de Costa Gavras.
Así, en Sobra un hombre (1966), la resistencia francesa es un mero telón de fondo frente al análisis de las relaciones humanas y la turbiedad moral que puede ocultar la persona más aparentemente anodina. Tema que vuelve a surgir de manera recurrente en otros títulos como El sendero de la traición (1988), sobre el racismo latente en la Norteamérica profunda, o en el magnífico melodrama La caja de música (1989), que gira alrededor de los genocidas nazis ocultos en Estados Unidos tras la caída del régimen de Hitler. Bajo la apariencia de abuelitos bondadosos y apacibles trabajadores agrícolas puede esconderse, como reflejan estas cintas, un asesino racista de judíos o negros al que ni su familia ha llegado a reconocer nunca en su faceta de psicópatas, hasta que un determinado suceso provoca el desmoronamiento de la apariencia.
La amplitud de la mirada social y política de Costa Gavras le ha conducido también a preocuparse por el pasado y el presente de países azotados por la tortura, las desapariciones sistemáticas de individuos o los regímenes dictatoriales. Pese a la inequívoca denuncia que su cine hace de estas situaciones, la mirada de Costa Gavras se ha situado siempre en una especie de tierra de nadie naturalista alejada del maniqueísmo y el estereotipo.
De ahí precisamente que sus películas provocaran en los años sesenta y setenta airadas reacciones por la asepsia que este director pretendía darle hasta a sus producciones más politizadas. Y es que pese a estar considerado en justicia como el principal iniciador del llamado "cine político", sus películas intentan trascender la coyuntura histórica que aborda el argumento para convertirse en símbolos universales contra la intolerancia, la represión y la falta de libertades, procedan de donde proceda.
(Constantin Gavras; Loutra Iraias, 1933) Director de cine francés de origen griego. Se inició como bailarín antes de viajar a Francia para estudiar la carrera universitaria de Filología en la Sorbona, pero poco después ingresó en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos. Tras cerca de diez años como ayudante de directores del prestigio de Yves Allègret, René Clair o Jacques Demy, y una vez nacionalizado ciudadano francés en 1956, a mediados de los sesenta debutó como director con Los raíles del crimen (1965), gracias a la ayuda prestada por algunos amigos actores que accedieron a intervenir en la película sin cobrar sueldo. Basada en una novela de Sebastien Japrisot, este largometraje se articularía como un thriller opresivo que mostraba los aspectos más siniestros del entorno cotidiano, un rasgo que será habitual en la filmografía posterior de Costa Gavras.
Así, en Sobra un hombre (1966), la resistencia francesa es un mero telón de fondo frente al análisis de las relaciones humanas y la turbiedad moral que puede ocultar la persona más aparentemente anodina. Tema que vuelve a surgir de manera recurrente en otros títulos como El sendero de la traición (1988), sobre el racismo latente en la Norteamérica profunda, o en el magnífico melodrama La caja de música (1989), que gira alrededor de los genocidas nazis ocultos en Estados Unidos tras la caída del régimen de Hitler. Bajo la apariencia de abuelitos bondadosos y apacibles trabajadores agrícolas puede esconderse, como reflejan estas cintas, un asesino racista de judíos o negros al que ni su familia ha llegado a reconocer nunca en su faceta de psicópatas, hasta que un determinado suceso provoca el desmoronamiento de la apariencia.
La amplitud de la mirada social y política de Costa Gavras le ha conducido también a preocuparse por el pasado y el presente de países azotados por la tortura, las desapariciones sistemáticas de individuos o los regímenes dictatoriales. Pese a la inequívoca denuncia que su cine hace de estas situaciones, la mirada de Costa Gavras se ha situado siempre en una especie de tierra de nadie naturalista alejada del maniqueísmo y el estereotipo.
De ahí precisamente que sus películas provocaran en los años sesenta y setenta airadas reacciones por la asepsia que este director pretendía darle hasta a sus producciones más politizadas. Y es que pese a estar considerado en justicia como el principal iniciador del llamado "cine político", sus películas intentan trascender la coyuntura histórica que aborda el argumento para convertirse en símbolos universales contra la intolerancia, la represión y la falta de libertades, procedan de donde proceda.
Z:Final de la película