Sinopsis: Daniel es un delantero excepcional, un fenómeno. Julio es el capitán del equipo, un líder nato. Son hermanos de crianza y juegan fútbol en su pequeño barrio. Daniel sueña con jugar a nivel profesional mientras que Julio mantiene a la familia con dinero sucio, no tiene tiempo de soñar.
La oportunidad de sus vidas llega cuando un cazatalentos del Caracas Fútbol Club los invita a unas pruebas en el equipo. Pero la vida los sacude y tendrán que decidir sus destinos sobre una cancha de tierra. ¿Qué es más importante? ¿La unión de la familia o el sueño de sus vidas?
Hermano de Marcel Rasquin va al Festival de Cine de Moscú
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Publicada a las 07:45 AM del 03 de Junio de 2010 El Nacional
La película más reciente del español Ventura Pons y las óperas primas del venezolano Marcel Rasquin y de la costarricense Hilda Hidalgo representarán al cine hispanoamericano en la edición número 32 del Festival Internacional de Cine de Moscú, anunció el director de programación del certamen, Kirill Razlogov.
Hermano de Rasquin y A la deriva de Pons son 2 de las 15 cintas que participarán en el concurso oficial, mientras que Del amor y otros demonios de Hidalgo, una coproducción colombiano-costarricense, se medirá con otros 7 filmes en la sección paralela Perspectivas.
La selección de películas finalistas al San Jorge de Oro incluye, además, producciones de Alemania, Rusia, Turquía, República Checa, Canadá, Hungría, Polonia, Rumania, Austria y Francia.
El cineasta francés Luc Besson presidirá el jurado de la sección oficial, cuyos miembros serán las actrices chilena Catalina Saavedra y la rusa Maria Mirónova, el productor austríaco Veit Heiduschka y el director lituano Sharunas Bartas.
El jurado de la sección paralela estará integrado por el director británico John Irvin, en calidad de presidente; el realizador ruso Serguéi Ovcharov y la actriz polaca Karolina Gruszka.
"Como se celebra el Año de Francia en Rusia y el Año de Rusia en Francia, el tema ocupa un lugar principal en el programa", dijo Razlogov. Por ello, las cintas más recientes de los franceses Claude Lelouch y Besson abrirán y cerrarán el festival, respectivamente, indicó. También señaló que en esta edición el certamen se centrará en dos líneas temáticas.
Añadió que la primera incluirá filmes que "desenmascaran el pasado reciente" tanto de la actual Rusia como de países que pertenecían a la extinta Unión Soviética. "Nos parecía que llegó la hora de ajustar cuentas con el pasado", afirmó. La segunda línea, agregó, es geográfica, en alusión al cine latinoamericano.
El Festival Internacional de Cine de Moscú, que este año se celebrará desde el 17 y hasta el 26 de junio, comenzó en 1959 y en 2002 pasó a tener carácter anual, aunque la primera muestra de cine extranjero en la capital rusa se remonta al año 1935.
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ENTREVISTA marcel rasquin, cineasta
"Cada vez hay mejores películas"
"'Hermano' es una película deportiva pero no es Disney; aborda la violencia, pero no es violenta"
Rasquin hizo más de 200 entrevistas para elegir a cada personaje. Así llegó a actores conocidos y no tanto (Cortesía Marcel Rasquin)
"¿Sabías que entre 2010 y 2011 se estrenarán cerca de 25 películas de cine venezolano?", decía el martes un twitt de @CinesUnidos. Hermano, ópera prima de Marcel Rasquin, forma parte de este número que constituye una buena noticia para la industria local. La cinta, que debuta en mayo, cuenta la historia de dos hermanos de crianza que comparten una misma pasión por el fútbol.
"La vida siempre nos va a caer a goles -dice el entrenador a sus muchachos, en el trailer-, por eso es que todos los días tenemos que levantarnos convencidos de que el juego va cero a cero".
El director adelanta el perfil de sus personajes principales. "Son dos chamos que juegan en la liga de su barrio. Daniel es el chiquito, un delantero nato. Su ilusión es jugar fútbol profesionalmente y al lado de su hermano. Julio es el grande, líder por naturaleza, es el protector de su equipo, al que considera su familia. Como es el mayor, éste ha entrado en el lado oscuro del barrio".
Un cazatalentos del Caracas Fútbol Club -equipo que patrocina la película- los invita a unas pruebas, con lo cual el sueño está como balón de penalty. Sin embargo, un acontecimiento los obliga a distanciarse y en cierta medida los roles se invierten.
Marcel Rasquin, graduado en Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello en 1999, con estudios de Cine en Australia, tiene entre manos una historia sobre la familia y sus valores, sobre la solidaridad y la posibilidad de alcanzar los sueños.
Para el realizador, el hecho de que sean dos jóvenes venezolanos queriendo jugar fútbol en un país de tradición beisbolera, constituye una contradicción que hace a la historia más interesante. "La película no sería tan potente en un país potencia del fútbol como Brasil. Eso se convierte en otro obs- táculo a superar".
Rasquin habla de los puntos medios de su ópera prima. "Hermano es una película de corte deportivo pero no es Disney; aborda la violencia a la que estamos expuestos, pero no es violenta, el motor dramático no es la violencia. Creo que la película tiene un mensaje de redención", comenta.
Tampoco es una película fácil. Para el director, el film es difícil de digerir, "se queda en tí y la vuelves a pensar, es como un mazo en la cabeza... Es una historia potente que me da la posibilidad de predicar sin ser moralista".
La situación del cine venezolano es similar a la de la vinotinto, según lo ve Marcel Rasquin. "Se hacen cada vez más y mejores películas, pronto iremos al Mundial. Creo que Hermano abona ese camino. Obviamente, hay industrias como la argentina, la brasileña -y ahora la peruana-, que nos llevan una morena, pero Venezuela tiene potencial, puede y debe captar la atención del mundo, porque además hay un idilio con lo que es el sabor latino".
Eso sí, el director no cree en "nuevas olas". "Creo que está ocurriendo algo pero es por la suma de esfuerzos indivi- duales".
Ángel Ricardo Gómez
EL UNIVERSAL
Biografias. Marcel Rasquin
viernes 26 de febrero de 2010
Hace el mejor cafecito del mundo. Es capaz de recitar Pulp Fiction y Volver al Futuro de memoria. Una vez soñó que se iba de excursión con Harrison Ford. Vivió emtre canguros y libros de cine. Sus materias pendientes: Astronomía e Historia Universal. Futuro ex fumador.
Tuvo el descaro de subirse al escenario a actuar en teatro después de viejo. Le gustaría regañar a Lucar por la nueva trilogía pero todavia se asusta con la marcha imperial.
No era tan mal baterista. Le gusta hablar del Ávila y de Caracas, y ya no hace tanto deporte como quisiera. Sus cortometrajes son un vacilón (Happy Endings, RING, Easier Riders, Llévate Todo, Fri Jan). Paga el condominio filmando con A&B. Ya casi no abre el Messenger y le da flojera afeitarse a diario. Escribió y dirigió Hermano.
ESTRENO
Por bPablo Antillano
Anoche fuimos al estreno de la película de Marcel Rasquin, “Hermano”, que viene de ser triplemente premiada en la más reciente edición del Festival de Cine de Moscú: jurado, crítica y ¡público! Entendimos por qué.
Es una película que se atiene a las convenciones universales de un buen cuento. Dos jóvenes hermanos que viven en un barrio caraqueño emprenden juntos un viaje hacia una meta promisoria: ser seleccionados para jugar en el Caracas Fútbol Club. Desde el principio mismo se nos advierte que entramos en el reino de las Moiras, de los designios de un destino prefigurado, con aliento mítico.
Uno de los hermanos entra en la historia como un recién nacido abandonado en un depósito de basura. Aparece, atravesado por decisión soberana de los dioses, en el camino azaroso de una madre y su pequeño hijo. El uno, Daniel, y el expósito, Gato, se crían juntos trenzados por el amor maternal y la pasión por el fútbol, pero la travesía hacia su destino final es amenazada e interrumpida por vicisitudes de diversa índole, algunas de ellas insalvables, trágicas.
La narración fluye, pues, sin fisuras, sin dejarse vencer por ningún tipo de ruego, impulsada por el deseo y la destreza de los hermanos pero torturada por las tensiones de la violencia y la necesidad. Ganar al fútbol, entrar en un equipo profesional, significa “salir de la vida”, romper el anillo de la moral delictiva que sujeta cualquier gesto en el barrio, escaparse de las sombras que acechan en las escalinatas, en las pico´e loro, en los “piedreros”, en las armas que sobresalen en los cinturones de los adolescentes. Unos lo lograrán, mientras que otros, dolorosamente, no.
Dos grandes fuerzas opuestas tallan el carácter de los personajes centrales: la venganza y el secreto. Daniel, confabulado con mitos arcaicos de la audiencia, desea vengar la muerte de su madre, y en su furia ciega se aleja del fútbol y el anhelo. Gato, en cambio, apuesta a la opción racional, guarda en secreto la identidad del asesino en función de la meta final y para salvaguardar el destino del hermano. Dos claras opciones éticas del mundo moderno.
Frente a esta historia, escrita por él mismo en el molde de la tradición mitológica, Rasquin coloca sus cámaras con ánimo épico y brinda un espectáculo sobrecogedor que por momentos estrangula la respiración del espectador. Los “combates” futbolísticos entre los dos hermanos se desatan en una especie de anfiteatro romano que refuerza el tono de pertenencia a las grandes historias humanas. El montaje del furioso encuentro entre los dos “gladiadores”, así como el de las secuencias de los juegos de fútbol exhiben un virtuosismo cinematográfico que dice mucho de su formación técnica y la de su equipo.
El público que suele ver cine venezolano encontrará aquí nuevas y alentadoras virtudes: un guión riguroso para un cuento bien diseñado, una economía absoluta de secuencias y planos en función de la narración, sin panorámicas del barrio ni regodeo en asuntos secundarios, preeminencia del cuento por encima del discurso sociológico, visión “horizontal” del barrio a pesar de la topografía y las escaleras.
A la verosimilitud de la historia vienen a contribuir un lenguaje coloquial sobrio --- ajeno a los costumbrismos habituales --- y una imaginación cinematográfica que disfruta escenas dramáticas memorables ( escenas familiares con la madre, los hermanos bailando bajo la mirada del corazón de Jesús en el cuarto de la madre asesinada, el joven Gato que llora en el baño , los encontronazos sentimentales entre los hermanos gladiadores, etc.), y frases memorables ( “Ya se está yendo el olor a torta” , en referencia al oficio de repostera de la madre muerta) .
Cuando se puede ver con fruición una película sin baches provoca decir que ha terminado el amateurismo y el autodidactismo que actuaron como potencias hasta hace muy poco en el cine venezolano. Incluso los actores, con poquísimas excepciones, son verosímiles y sus parlamentos tienen credibilidad como en muy pocos casos de nuestra cinematografía.
La coartada final, la manera como Rasquin culmina su película, puede sorprender a muchos a pesar de que sintoniza con secretos deseos de los venezolanos de hoy: logro y esperanza. Uno de los hermanos alcanza la meta en una atmósfera de celebración y fuegos artificiales. El precio sin embargo se muestra desmesurado: el logro adviene preñado de dolor, de sacrificio, de un alto costo sentimental y simbólico. El episodio evoca el mito de Castor y Polux, uno mortal y otro inmortal, fundidos tras la muerte de Castor en una sóla entidad de terneza y gloria.
Es una película que se atiene a las convenciones universales de un buen cuento. Dos jóvenes hermanos que viven en un barrio caraqueño emprenden juntos un viaje hacia una meta promisoria: ser seleccionados para jugar en el Caracas Fútbol Club. Desde el principio mismo se nos advierte que entramos en el reino de las Moiras, de los designios de un destino prefigurado, con aliento mítico.
Uno de los hermanos entra en la historia como un recién nacido abandonado en un depósito de basura. Aparece, atravesado por decisión soberana de los dioses, en el camino azaroso de una madre y su pequeño hijo. El uno, Daniel, y el expósito, Gato, se crían juntos trenzados por el amor maternal y la pasión por el fútbol, pero la travesía hacia su destino final es amenazada e interrumpida por vicisitudes de diversa índole, algunas de ellas insalvables, trágicas.
La narración fluye, pues, sin fisuras, sin dejarse vencer por ningún tipo de ruego, impulsada por el deseo y la destreza de los hermanos pero torturada por las tensiones de la violencia y la necesidad. Ganar al fútbol, entrar en un equipo profesional, significa “salir de la vida”, romper el anillo de la moral delictiva que sujeta cualquier gesto en el barrio, escaparse de las sombras que acechan en las escalinatas, en las pico´e loro, en los “piedreros”, en las armas que sobresalen en los cinturones de los adolescentes. Unos lo lograrán, mientras que otros, dolorosamente, no.
Dos grandes fuerzas opuestas tallan el carácter de los personajes centrales: la venganza y el secreto. Daniel, confabulado con mitos arcaicos de la audiencia, desea vengar la muerte de su madre, y en su furia ciega se aleja del fútbol y el anhelo. Gato, en cambio, apuesta a la opción racional, guarda en secreto la identidad del asesino en función de la meta final y para salvaguardar el destino del hermano. Dos claras opciones éticas del mundo moderno.
Frente a esta historia, escrita por él mismo en el molde de la tradición mitológica, Rasquin coloca sus cámaras con ánimo épico y brinda un espectáculo sobrecogedor que por momentos estrangula la respiración del espectador. Los “combates” futbolísticos entre los dos hermanos se desatan en una especie de anfiteatro romano que refuerza el tono de pertenencia a las grandes historias humanas. El montaje del furioso encuentro entre los dos “gladiadores”, así como el de las secuencias de los juegos de fútbol exhiben un virtuosismo cinematográfico que dice mucho de su formación técnica y la de su equipo.
El público que suele ver cine venezolano encontrará aquí nuevas y alentadoras virtudes: un guión riguroso para un cuento bien diseñado, una economía absoluta de secuencias y planos en función de la narración, sin panorámicas del barrio ni regodeo en asuntos secundarios, preeminencia del cuento por encima del discurso sociológico, visión “horizontal” del barrio a pesar de la topografía y las escaleras.
A la verosimilitud de la historia vienen a contribuir un lenguaje coloquial sobrio --- ajeno a los costumbrismos habituales --- y una imaginación cinematográfica que disfruta escenas dramáticas memorables ( escenas familiares con la madre, los hermanos bailando bajo la mirada del corazón de Jesús en el cuarto de la madre asesinada, el joven Gato que llora en el baño , los encontronazos sentimentales entre los hermanos gladiadores, etc.), y frases memorables ( “Ya se está yendo el olor a torta” , en referencia al oficio de repostera de la madre muerta) .
Cuando se puede ver con fruición una película sin baches provoca decir que ha terminado el amateurismo y el autodidactismo que actuaron como potencias hasta hace muy poco en el cine venezolano. Incluso los actores, con poquísimas excepciones, son verosímiles y sus parlamentos tienen credibilidad como en muy pocos casos de nuestra cinematografía.
La coartada final, la manera como Rasquin culmina su película, puede sorprender a muchos a pesar de que sintoniza con secretos deseos de los venezolanos de hoy: logro y esperanza. Uno de los hermanos alcanza la meta en una atmósfera de celebración y fuegos artificiales. El precio sin embargo se muestra desmesurado: el logro adviene preñado de dolor, de sacrificio, de un alto costo sentimental y simbólico. El episodio evoca el mito de Castor y Polux, uno mortal y otro inmortal, fundidos tras la muerte de Castor en una sóla entidad de terneza y gloria.
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