sábado, 17 de octubre de 2009

Los sentidos del cine político



JOSÉ MARÍA RIDAO 17/10/2009


Como en el caso de la literatura o el arte políticos, rechazar por principio la viabilidad estética de un cine político participa de los mismos equívocos, por no decir de los mismos errores, que la posición contraria, para la que ningún cine, como tampoco ninguna literatura ni ningún arte, pueden ser otra cosa que políticos.

En el ámbito de la creación, no existen normas que no puedan desmentir una obra o un talento nuevos, incluso una interpretación crítica distinta de la imperante en un momento dado. Cuando, defendiendo la condición política de cualquier obra artística, Sartre aseguraba que los escritores -aunque lo mismo valdría para los cineastas- no pueden escapar de su época, y apoyaba en este punto de partida la necesidad del compromiso, esto es, la necesidad de adoptar la posición correcta, Julien Benda le recordó que el problema radicaba en la premisa, no en la conclusión. ¿Qué quería decir Sartre exactamente, replicó Benda, con eso de que el escritor, de que el artista no puede escapar de su época?

Bajo la expresión aparentemente unívoca de cine político se esconde, en realidad, una pluralidad de sentidos, lo mismo que sucede con la literatura y, en general, el arte políticos.

Cine político puede ser el que adopta una circunstancia política como tema o como contexto, para denunciarla, pero también el que pretende ilustrar o defender una causa política. Ni en un caso ni en otro el valor artístico está determinado de antemano, ni en contra ni a favor.

Otra cosa es que, analizando el pasado, no se pueda advertir el espejismo que hizo muchas veces confundir las intenciones de un creador, buenas o malas, con los logros artísticos alcanzados. Obras admiradas un día se desmoronaron al siguiente, coincidiendo con el desvanecimiento de ese espejismo que llevó a tomar por logros artísticos lo que sólo era una coincidencia de los lectores, los espectadores o los críticos con la intención, con la causa política que defendía el creador. La revisión a la baja del arte comprometido, según lo entendía Sartre, tiene que ver, no con el reconocimiento de que la causa política a la que pretendía servir se revelara abyecta, sino con el hecho de que, utilizando la causa política como señuelo, colocara en segundo plano los logros artísticos. De ahí que el argumento también opere en sentido contrario: cuando algunas obras alcanzaron logros artísticos, su vigencia permanece más allá de la causa política a la que pretendieron servir.
En el cine político actual, lo mismo que en la literatura y el arte políticos, el riesgo, el espejismo que se advierte es de naturaleza distinta al que acechó durante la vigencia del compromiso en sentido sartreano.

Por lo general, se trata de un cine que es político no tanto por defender una causa política, sino por adoptar una circunstancia política como tema o como contexto, para denunciarla. "La característica dominante de la actual escena literaria", escribe George Steiner en Lenguaje y silencio, "es la mayor excelencia de la no-ficción -del reportaje, la historia, el argumento filosófico, la biografía, el ensayo crítico- sobre las formas tradicionales de la imaginación". Una vez más, lo mismo podría decirse del cine; en concreto, del actual cine político. En este caso, el riesgo, el espejismo consistiría en confundir la eficacia en la denuncia de una situación política con sus logros artísticos.

Sobre todo cuando, como ahora sucede, se multiplican las películas, o las novelas y las obras artísticas, que vuelven una y otra vez sobre las tragedias del siglo XX o sobre lacras sociales sobradamente reconocidas como tales, como los efectos de la globalización sobre los trabajadores, el medio ambiente o el crimen organizado.
Muchos de estos asuntos merecen, sin duda, una reiterada e infatigable denuncia. Pero cabe preguntarse si las obras que se proponen llevar a cabo esa denuncia serán siempre apreciadas como arte o quedarán, por el contrario, como ejemplares testimonios de compromiso civil. Desde luego, no son valores excluyentes, ni es legítimo considerar uno como superior al otro. Sencillamente, se trata de ser conscientes de cuál se escoge, si es que se acepta escoger, a la hora de juzgar sus resultados. -

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